Por  Ernesto Montero Acuña

Sus cuerpos volvieron a ser tales cuales eran en su juventud, y después en su adolescencia, haciéndose más pequeños y lisos cada día y cada noche, y regresando a la naturaleza de niños recién nacidos.

Platón

Salvador nació genio a los ochenta y cinco años. El acontecimiento originó una junta de pediatras, genetistas y expertos en fenomenología, quienes atribuyeron la etiología del fenómeno a desconocidas secreciones de supuestas glándulas no estudiadas por la ciencia. Pero todos coincidieron en que se sometería a investigación el caso, que sin duda tendría su explicación en un futuro no lejano. Por lo demás, el alumbramiento fue sin contratiempos, si se exceptúan los seniles rasgos de la criatura, su cabello lechoso y el desmesurado crecimiento durante las primeras setenta y dos horas. Pensaron en una progeria prematura, pero fue científicamente rechazada por inconsistencia en la hipótesis.
El acontecimiento se mantuvo en secreto, pues los especialistas recomendaron a los padres la máxima discreción, hasta tanto estuvieran los rigurosos análisis que emprenderían, aunque nadie supo nunca los resultados. No era cuestión de ponerse a divulgar por ahí la existencia de un infante de tan rara naturaleza y que para colmo había nacido sin el llanto habitual de los bebés, sino con una frase de impredecibles implicaciones:
–La gerontocracia es la causa de la decadencia del mundo.

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